Entre el pasado viernes a la madrugada y el domingo fue atacado dos veces el Centro Municipal Distrito Sur.
Las balas cargan mensajes que no necesitan ningún texto para explicar nada. El pánico supura de manera instantánea y queda como una leyenda inscripta a sangre y fuego. Desde 2018 los edificios públicos rosarinos se transformaron en un blanco elegido por los narcos para generar terror , expresar que con poco –un muchacho en moto con una pistola- se puede causar un impacto grande, con la garantía de que en el momento nadie será atrapado.
Desde mayo de 2018 se produjeron más de 20 ataques a tiros contra edificios públicos, entre ellos, el Centro de Justicia Penal, el Servicio Penitenciario, la fiscalía de Rosario, el Concejo Municipal y ahora el Distrito Sur, además de las residencias de magistrados. Es una mecánica que se repite ante la escasa prevención.
Entre el viernes a la madrugada y el domingo fue atacado dos veces el Centro Municipal Distrito Sur. Primero rompieron los vidrios a piedrazos y dejaron mensajes escritos en un papel arrugado y con birome, y dos días más tarde prefirieron disparar y destrozar los blindex del ingreso al edificio. A la par, el viernes desde una moto dos mujeres arrojaron panfletos con amenazas a los fiscales Pablo Socca y Matías Edery. Los mensajes estaban firmados por “La Mafia”, algo que parece una corporación del miedo y que sus protagonistas cambian. "Guille Cantero controlá a los gatos, Matias Cesar Pino. Los picudos que están batiendo la cana. Atentamente La mafia". Antes era el propio líder de Los Monos el que firmaba como La Mafia, pero ahora son sus detractores o competidores los que usan el mismo apelativo, lo que muestra la anarquía del mundo criminal rosarino.
Esta nueva modalidad de poner en la mira de las pistolas a los edificios públicos nació en mayo de 2018, cuando Cantero decidió expresar su bronca en las calles, luego de que la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich decidiera “sacar” al líder de Los Monos de Santa Fe.
Horas antes de que fuera trasladado al penal federal de Resistencia, Chaco, Guille ordenó que atacaran blancos sensibles. El 29 de mayo de 2018 le dispararon a dos casas que habían pertenecido al juez Ismael Manfrín, quien había firmado el traslado de Cantero y había presidido el tribunal que condenó por primera vez a Los Monos. Los ataques continuaron contra casas y edificios de otros magistrados.
El líder de Los Monos creía que su salida de la cárcel de Piñero sería un golpe duro para la organización. Con el correr del tiempo se dio cuenta que podía seguir con el manejo de la banda y de sus negocios criminales desde cualquiera de los seis penales por los que pasó.
En setiembre de 2021 lo condenaron 22 años de cárcel, junto a otros miembros de la banda, por 12 atentados que ordenó en 90 días, que incluyó la sede de la Policía de Investigaciones y del Ministerio Público de la Acusación santafesino, residencias de magistrados y el Centro de Justicia Penal. Como si fuera una burla a las autoridades, un día antes de que comenzara el juicio ordenó balear el edificio donde iba a ser juzgado, que estuvo vallado y con custodia de gendarmería hasta el 22 de junio pasado.
Esteban Alvarado, rival de Cantero, copió su método, incluso, para intentar perjudicar al líder de Los Monos, y que la justicia lo culpara de otros atentados. El sello era el mismo mensaje: “Con la mafia no se jode”.
El 10 de diciembre de 2018 gente del entorno de Alvarado, según se determinó en el juicio contra el narcotraficante que terminó con una condena a prisión perpetua, llevó adelante ataques a balazos al Centro de Justicia Penal y a los Tribunales de calle Balcarce. Allí también los atacantes dejaron carteles con la leyenda: "Con la mafia no se jode". El 31 de enero de 2019 Alvarado ordenó balear la casa de Marina Marsili, investigadores del MPA. El que suministró los datos para que dispararan ocho tiros en Rioja al 500 fue el policía Pablo Báncora, que trabajaba en la propia fiscalía.
La tendencia que marcaron los dos capos narcos se irradió a todo el universo criminal rosarino. Atentar contra un edificio público o la casa de un funcionario era de fácil logística y con la garantía de que la policía no iba a atrapar a nadie, aunque con el paso del tiempo las investigaciones judiciales daban con los autores.
Había un antecedente muy pesado. Por fuera de estas sagas el primer hecho violento que provocó una conmoción profunda fue el ataque contra la casa del exgobernador Antonio Bonfatti en octubre de 2013. La deficiente investigación del caso, que nunca dio con los autores intelectuales –se sospecha que la orden partió de Alvarado-, y la decisión del exmandatario de retirar la imputación contra uno de los autores materiales como Emanuel Sandoval, asesinado en 2019, dejó abierta la puerta para que un criminal planeara cualquier alteración del orden público con la clara garantía de impunidad. También fue baleado en diciembre de 2018 el frente del Concejo Municipal, un hecho que no tiene ningún detenido. Se había encontrado un papel con la leyenda: “Con la mafia no se jode. La próxima a sus casas”, pero nunca se pudo identificar a los autores.
Una de los blancos predilectos de las balaceras son las oficinas del Servicio Penitenciario en Rosario. La agujerearon a tiros cuatro veces. El último ataque fue en la madrugada del domingo 23 de enero pasado, cuando dispararon contra las ventanas de Asuntos Internos del Servicio Penitenciario, ubicada en una esquina de barrio Echesortu. En ese mismo lugar, tres días antes habían dejado un cartón con una amenaza si no dejaban de ‘verduguear’ a la familia de los presos de alto perfil. En esa dependencia hubo tres ataques anteriores desde 2018. Además, el 17 de agosto pasado fue atacado un móvil del Servicio Penitenciario. Resultó herido un agente de ese cuerpo y fue herido y después murió el preso que trasladaban, que se llamaba Osvaldo Salazar, un viejo enemigo de Los Monos.
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